viernes, 16 de mayo de 2014

El Ocho (Katherine Neville)

Ajedrez hasta en la sopa


En nuestro camino por la literatura encontramos libros que podemos considerar obras de arte, libros que nos pueden gustar mucho, poco o nada y libros que nos presentan indiferencia. Es muy duro sin embargo encontrarse un libro que no cumple ninguna de nuestras espectativas, una novela que estás deseando olvidar. Una obra que, de no tener tanta fama y estar tan bien reconocida en foros de internet no habríamos terminado ni con dinero de por medio.

Esto es, desde el punto de vista más subjetivo posible, El Ocho de Katherine Neville. Una obra simplona, con una trama del todo surrealista y multitud de errores de fondo para una novela que aparentemente tan buena estima ha conseguido a lo largo de los años. Y de la misma forma que en las buenas obras no reparamos en realzar sus aciertos, en esta desafortunadamente hemos encontrado una lista de errores para llenar varias páginas.

Para comenzar, una pequeña sinopsis de la historia: El Ocho nos cuenta la leyenda del Juego de Montglane, un juego de ajedrez entregado como regalo a Carlomagno con un trasfondo enigmático y perturbador, bajo sus piezas se encuentra la clave del poder absoluto, un premio que será codiciado durante generaciones por grandes personajes de la historia. La trama nos situará, paralelamente, en los pasos de una joven de la década de los 70 llamada Catherine Vellis y en los de otra joven perteneciente a los años de la revolución francesa de nombre Mireille de Rémy, dos mujeres que se verán inmersas en la aventura por descubrir los secretos que esconde el ajedrez de Montglane y su vinculación con un número sagrado, el que da nombre a la novela.
Un guión novelado típico de los Best Seller que, al menos en esta ocasión, se queda en un intento bastante pobre de conseguir sus objetivos. Ni atrae ni engancha.

En primer lugar destacar lo ridículo que se presenta el argumento según van sucediéndose las páginas. Todo lo que rodea a una de las protagonistas, Catherine, es de entrada irreal y en más de una ocasión se nos puede pasar por la cabeza si realmente se está hablando de la década de 1970 o si es un pasado utópico que nunca existió. Sus amistades cercanas rozan lo absurdo, impregnados todos de una pedantería y una visión social del todo incoherente, casualmente además están rodeados de un halo de misterio que huele desde el primer momento. No queremos tampoco desvelar más detalles para no fastidiar la lectura al valiente que se atreva a coger la novela, pero sinceramente con amigos así lo mejor es comenzar una nueva vida.
Además carecen de carisma alguno, la mayor parte de ellos acaban manifestando al lector una sensación de desagrado pese a que sean protagonistas de la trama y no presentan ningún tipo de evolución a lo largo de la historia, pese a que hayan pasado por mil y una penurias y su vida se haya visto radicalmente modificada en las últimas 24 horas. Pero no solo eso, todos ellos presentan el síndrome de "Agente 007" según el cual ante un disparo nunca se entrará en pánico, se pasará inmediatamente a tratar de descubrir quién y desde dónde ha disparado, ante la presencia inesperada de un cadáver no se saldrá corriendo, se buscarán pistas para descubrir su identidad y las causas de la muerte. Y si por algún casual tenemos que recorrernos diez mil kilómetros por orden de alguien no lo cuestionaremos nunca, que la novela tiene que avanzar muchas millas y a este ritmo no lo conseguiremos nunca...

Pero lo que acaba doliendo es el absurdo en el que se convierte la trama cuando apenas han pasado dos o tres capítulos, y el problema está muy claro: El ajedrez.
Todo el mundo juega al ajedrez, todo el mundo sabe ajedrez, el ajedrez es el eje que mueve todas nuestras vidas. Si eres una personalidad importante de las ciencias, las artes o las matemáticas debes conocer y ser un experto ajedrecista. Y si esto no es lo que quiere dar a entender la autora entonces es una terrible casualidad que todo aquel que se cruza en el camino de Mireille y de Catherine sean auténticos maestros del tablero de cuadros. Al principio puede estar más o menos bien encajado cuando la historia trascurre alrededor de una importante competición de este juego, pero con el paso del tiempo... no entra ni con calzador. Algunas hipótesis que se afirman en la novela acerca de algunos descubrimientos matemáticos o de famosas partituras musicales y su vinculación con este pasatiempo de origen asiático acaban siendo del todo descabelladas, aunque se suelten con toda la facilidad del mundo.

El ajedrez domina el mundo, o al menos eso nos dan a entender.
Continuando de nuevo con el apartado de personajes es una verdadera lástima la forma en la que la historia de Mireille, que coincide con un apasionante momento de la historia de la humanidad como es la Revolución Francesa , se echa a perder por culpa de la cantidad de "cameos" que aparecen en cada capítulo. Es como si en vez de tratarse de Europa nos encontrásemos en el pequeño pueblo castellano de turno, donde todos conocen al hijo de "La Paqui" y donde el único chismorreo que se escucha en bar e iglesia es el embarazo de su novia. Los personajes famosos, y cuando digo famosos no me refiero a cualquier nombre, se van sucediendo uno tras otro hasta el punto de rozar lo bochornoso. Políticos, filósofos, artistas, músicos, pintores y un largo etcétera de grandes hombres y mujeres de los siglos XVIII y XIX se van presentando en la historia, todos ellos evidentemente con una vinculación especial hacia el ajedrez. Llega un momento en el que antes de saber quien será esa persona ya esperas el nombre de algún grande de la época.

Tampoco ayuda especialmente el estilo narrativo de la obra: el uso y abuso de las descripciones y los símiles no necesarios del principio (que curiosamente se van desinflando como un globo según va avanzando la aventura), lo vacías y banales que son la mayoría de las conversaciones que los personajes mantienen, con un gran número de respuestas o reacciones inverosímiles y las situaciones extremas pilladas por los pelos resueltas con giros argumentales pobres que en casi todas las ocasiones se adentran en la incredulidad son algunos de los varios despropósitos que podremos encontrarnos en El Ocho.

Valoración


Como se ha podido ver pocas alabanzas podemos dar a esta obra. Después de haberla leído nos resulta incomprensible que tenga tanta fama y que sea uno de los libros más leídos cuando, sin tampoco irnos a joyas de la literatura universal, existen miles de novelas que se encuentran a kilómetros de ella. Adolece de todas las taras que solemos sacar normalmente a los Best Seller modernos pero con dichos fallos elevados a la máxima potencia, haciendo que el contenido destaque negativamente sin que pueda ser enmascarado por ninguna virtud aparente.
Somos lectores de libros "de verano", si habéis leído otras entradas de la leeteca veréis que muchos de ellos nos gustan, aunque pongamos muchos peros siempre decimos que por malos que sean al menos pueden presumir de lograr cumplir su objetivo último: entretener. El Ocho, lamentablemente, no logra esa meta.

No podemos recomendarlo salvo que os arméis de una paciencia infinita y no tengáis nada mejor que leer, sin conocer ningún otro libro que hable de ajedrez (algo de Reverte hemos escuchado que hay) seguro que hay muchos que lo superan con creces. Como acabamos de mencionar Best Seller de esta temática hay a patadas y como mínimo serán tan malos como esta novela. Y por si fuera poco 20 años más tarde de su publicación Katherine Neville escribió una secuela que apunta a ser igual o peor que su predecesor. Para temblar.

Por otra parte, y ya a modo de cierre, también podéis hacer lo que haría cualquier lector con criterio, pasar por completo de esta crítica y coger el libro a ver que encontráis en él. Y podría ser que os acabe sorprendiendo, al fin y al cabo su caché está ahí y ya sabéis lo que dice el dicho: Coman mierda, millones de moscas no pueden estar equivocadas.

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